lunes, 22 de octubre de 2018

Las Santulas de Todosantos


En aquellos tiempos, cuando en Chayanta reinaban las pugnas entre k’aras y ponchudos, se daban las peleas, sí; pero durante los días de Todosantos, las costumbres las practicaban k’aras y ponchudos, cada uno desde su lugar. También llegaban los campesinos con sus propias costumbres.
Los velorios con las tumbas o altares armados con los manjares que más gustaba a los familiares que en vida fueron, y que se suponía que visitarían sus hogares durante los días de Todosantos.
Se esperaba a amigos y familiares durante toda la noche, y al día siguiente continuaba con la visita de grupos de rezadores y corodores que ofrecían sus oraciones para la salvación de las almas. En retribución, los dolientes les ofrecían platillos con deliciosas masitas, bizcochuelos, vino, chicha, y comida.
Mientras esto ocurría, grupos de campesinos llegaban al pueblo, se reunían en diferentes lugares de Chayanta coreando lastimeros gritos: “Santulay Santula, Santulay Santula”, visitaban casas de duelo con el mismo coro, siendo recibidos y premiados con tragos, chicha y coca durante toda la noche, y los siguientes días hasta la visita al cementerio. 
El 2 de noviembre, día de visita al cementerio, los dolientes llevaban todo lo que sobro, con lo cual, armaban nuevo altar sobre la tumba del difunto, para recibir nuevas oraciones.
Al finalizar la tarde los grupos de “Santulas”, nuevamente aparecían con sus gemidos a modo de despedida de los difuntos que según su creencia retornaban al más allá.
Cumplido todo en el cementerio, las diferentes familias retornaban a sus hogares para ofrecer   el “Uchuku” de acuerdo a las costumbres que terminaba con el tradicional torochiku.

Tradición oral Chayanta

viernes, 2 de febrero de 2018

Carnavales de antaño

Testimonio de la señora Margarita Chavarría de las tradiciones de nuestro pueblo durante los carnavales.
La campana de oro y la sierpe de siete cabezas

Cuento recogido de varios relatores de Chayanta. 

Cuentan que la torre del templo Espíritu Santo de Chayanta era tan grande, maciza, fuerte y ancha; que en su tercer piso colgaba una inmensa campana de oro. Al centro colgaba un enorme badajo, también de oro, del tamaño de una cabeza humana. Nadie sabe de dónde, ni como trajeron la campana hasta Chayanta. Algunos antiguos recuerdan que sus tatarabuelos contaban que se necesitaron por lo menos 200 hombres para subir y acomodar la campana en la torre del templo.
Dicen que los curas ordenaron que la campana sea así de grande, para que su tañido se escuchara en toda la región, de modo que los fieles, al escuchar asistan a la misa u otras actividades de la parroquia.
El tañido de la campana era tan potente que algunas paredes de las casas del pueblo se rajaban a cada repique. Cuentan que varias mujeres parturientas tuvieron malparto, por los potentes tañidos de la campana. Algunas bestias, burras y yeguas sufrieron lo mismo.
Eran tiempos de bonanza económica en la región. Encontraban oro a flor de tierra, especialmente en los riachuelos de Aymaya Pampa; por eso algunos mineros españoles y criollos hacían gala de sus fortunas. Las fiestas patronales se convertían en oportunidades de competencia para ostentar sus riquezas con soberbia desmedida y humillación para la gente pobre, indígenas y mestizos.
Cuentan que esas fiestas que se hacían en nombre de Dios, terminaban en descomunales orgías que nada tenían que ver con los diez mandatos que Dios encomendó. Las borracheras, peleas, crímenes y lujuria no tenían control. Los juegos en los que se sacrificaba animales, por ejemplo: “la tira del pato”, llegaban a extremos de perder todo principio moral, como los israelitas al pie del Monte Sinaí.
Por todo eso que estaba pasando, se dice que Dios estaba molesto; y el diablo aprovechó para tomar posesión del pueblo mandando una Sierpe gigante de 7 cabezas. Era feroz.. Cada bramido y coletazo de la Sierpe sacudía toda la población. La gente estaba aterrorizada, muchos, especialmente mujeres y niños se metieron dentro el templo para orar, ahí se sentían protegidos de esa maldita bestia del infierno. El templo y la capilla estaban repletos, todos lloraban y oraban a gritos, con desesperación, incluida la gente que poco antes se mostraba soberbia.
Entre tanto, fuera, la Sierpe de siete cabezas seguía provocando destrozos. A cada coletazo demolía casas y cada una de sus 7 bocas vomitaba fuego cual lanza llamas; los árboles de la plaza central ardían igual que muchas casas con techos de paja y la gente desesperada corría de un lado a otro rogando a gritos a Dios, a san Miguel, al Espíritu Santo que les librara de ese infame monstruo. Al único lugar que no se atrevía la Sierpe era al templo.
Dios al ver tanto sufrimiento, mujeres y niños clamando de rodillas perdón, arboles y casas ardiendo, se apiado y envió al Arcángel Miguel que se apareció en una nube sobre el templo. Desde ahí bajó en su caballo para enfrentarse al monstruo del averno; y luego de varias horas de descomunal lucha, la Sierpe estaba malherida y buscó refugio dentro la torre, debajo la gran campana de oro, vomitando poderosas olas de fuego.
La campana, por la acción de las poderosas llamas que expulsaba la bestia, cayó pesadamente sobre la Sierpe. Era tan pesada y grande la campana que al caer estremeció, no solo la población, dicen que el sacudón se sintió en toda la región, por lo menos 7 kilómetros a la redonda. Algunos creían que era un terremoto.
La enorme campana había atrapado a la Sierpe. Solo aparecía parte de su 7 cola y una de sus cabezas. Dicen que el monstruo luchaba desesperadamente por liberarse de la campana, rascando la tierra y echando fuego, pero no podía salvarse de su poderosa y pesada carga. Mientras más arañaba la tierra, se iba formando un pozo más y más profundo. La desesperada lucha de la Sierpe duró varios días y noches seguidas. A cada hora, a cada día que pasaba, el hoyo se hacía más profundo por la desesperada lucha la Sierpe por salvarse de la campana. Apenas quedaba visible una pequeña parte de la campana, más la poderosa correa que lo sostenía en la torre.
Los más ancianos contaban a sus nietos, estos a sus nietos y ellos a sus hijos, que vieron con sus ojos esa infernal lucha. Contaron también que ellos cortaron pedazo, pedazo la cola y la cabeza de la Sierpe que había quedado fuera de la campana y la guardaron como recuerdo de esa dantesca batalla.
Recuerdan también que de niños solían jugar montándose a lo poquito que quedaba de la campana en la superficie. Con el tiempo desapareció completamente. Algunos, con hambre de riqueza, hicieron excavaciones, pero no encontraron nada, solo tierra que parecía removida.
Creen que la Sierpe de siete cabezas aun no ha muerto completamente y que sigue arañando la tierra por liberarse de la campana, y mientras más araña, más profundiza el túnel por donde se va hundiendo la campana de oro, la más grande que ojos humanos hayan visto en todo el mundo.
Cuentan que desde esa vez, se hizo más profunda la devoción por el Arcángel Miguel y por “El Tata Espíritu” que los salvó de la terrible Sierpe de siete cabezas que tanto desolación, muerte y llanto causó al pueblo.
Otros relatos dicen que la campana no se quedó en el lugar donde cayo, porque según la creencia antigua, el oro se mueve. Otras versiones afirman que al construir la nueva torre, quisieron poner la misma campana, pero no la encontraron, mas bien descubrieron un subterráneo.

La paz, 9 de febrero de 2012

Cuento recogido de varios relatores de Chayanta.

viernes, 1 de noviembre de 2013

El altar de los difuntos

El armado del altar para los difuntos en "Todosantos", es todo un ritual considerado sagrado, que hacen las familias dolientes de Chayanta en memoria de sus difuntos.
De acuerdo a las posibilidades, los altares pueden tener, dos, tres y hasta cuatro pisos. En cada piso hay t'anta wawas (muñecos de pan), vizcochuelos, masitas, frutas del gusto de los difuntos, panales de todos los colores, guirnaldas y olorosas flores.
En la parte más visible del altar se colocan las fotografías del o los que en vida fueron. A sus costados unas t'anta wawas que representan a los difuntos y unas escaleras de pan para su ascenso al cielo. Al frente de las fotos hay vasos de agua, chicha, vino, traquitos, cerveza y un par de velitas (Clik en la foto)



El 1º de noviembre al medio día, es la hora de llegada de los difuntos. Para ese momento, debe depositarse en el altar los platos de comida: ají de trigo, o garbanzo, o fideo; picante de pollo y humeantes platos de sopa para que los visitantes del más allá sacien su hambre y su sed. Es el momento de las más respetuosas oraciones a modo dar la bien venida al alma de sus seres queridos, que se supone ya están entre ellos; y es el momento de iniciar el tradicional "uchuku", donde todos son bienvenidos a cambio de unas oraciones y deseos de gloria eterna a los difuntos.
No envano se afirma que la fiesta de "todosantos" en Chayanta, es una verdadera fiesta de solidaridad y fraternidad en la que los vivos comen y beben con lo que los muertos dan.

EL REPIQUE DE TODOSANTOS


La celebración de Todos los Santos en Chayanta, mas conocido como "Todosantos", es original, porque cada día es con diferente actividad.
La noche del 31 comienzan los velorios para los muertos de tres o más años de antigüedad. Los familiares y amigos que acompañan en el velorio, mastican hojas para mantenerse despiertos. De rato en rato, se sirven unos vasitos de ponche caliente o té con té (té o limonada caliente con singani). Más tarde, los varones inician el juego de cartas, lo hacen por algo de dinero. El o los ganadores, en gesto de solidaridad por los gastos que hacen en la fecha, entregan a la familia doliente el dinero ganado.
Avanzada la noche, el juego de cartas tiene una apuesta más comprometedora; el o los perdedores, deben subir a la torre de la Iglesia a repicar las campanas; recordando que no es un repique cualquiera, se trata de hacerlo triste y pausado.

Para cada zona del pueblo el repique es diferente. Al escuchar el repique de las campanas, la gente del vecindario puede darse cuenta de la zona del pueblo a la que pertenecía el difunto.
El juego dura toda la noche.

Con el canto de los gallos, la familia doliente ofrece un plato de "Lagua" o "qhalapari" calien te, que es consomé de harina de maiz o de trigo con papas, carne y abundante llakwa (Salsa de locoto con tomate) como para despertar a más dormido...
Después, algunos se van al descanso, y la mayor parte continua trabajando, porque el 1º de noviembre, será un día de mucho trabajo par atender a los visitantes.

El juego de "la taba" en Todosantos

Es costumbre que se cumple con sagrada religiosidad, el día 2 de noviembre de todos los años en la población de Chayanta. Después del medio día, las familias se trasladan al cementerio general cargado de comidas, ofrendas de pan, tragos y abundante chicha.Mientras la mayor parte de la gente le dedica oraciones a sus muertos al pie de sus tumbas, ofreciendo wawas de pan, deliciosas masitas y vizcochuelos a los grupos de niños por cada oración que ofrecen, los mayores, igualmente ganan vasos llenos de chicha, con su correspondiente ch'alla, que consiste en un traguito corto.Entre grupos de mayorcitos se quedan en la puerta del cementerio al juego de la taba en memoria de los muertos.
La taba es el hueso de la rodilla de las reses. Bien pelada sirve para jugar a la "suerte" o "culo". Los apostadores se colocan a unos cinco metros de distancia donde se ha preparado una pequeña base blanda de tierra. Uno de ellos arroja la taba. Si esta llega por el lado que asemeja una "S", es suerte y gana la apuesta; pero si se clava mostrando la parte que tiene la forma de "C", es culo y pierde la apuesta. Los mayorcitos juegan con mucha pasión, apelando en cada lanzamiento de la taba a la bendición de sus difuntos. Si los lanzadores tienen muchos aciertos, significa que han recibido el favor de sus difuntos; sino, significa que sus difuntos están de mal genio con ellos y tienen que buscar su perdón.
Y así, entre lanzamiento a un lado y lanzamiento al otro lado, la caída de la taba determina que unos se vayan cargados de la platita y los otros, con los bolsillos vacíos y todo en memoria de los muertos.

sábado, 24 de noviembre de 2012

EN EL ANIVERSARIO DEL DEPARTAMENTO DE POTOSÍ: COMIDA, CHICHA, MÚSICA Y ZAPATEO AL PURO ESTILO DE CHAYANTA EN TRADICIONAL KERMESSE



Los chayanteños y chayanteñas residentes en La Paz,  aprovecharon el aniversario cívico  del departamento de Potosí para reunirse en la tradicional  kermesse organizada por el Comité  Nacional  Pro Acción Chayanta con sede en La Paz.
Los directivos  comentan que en las reuniones cotidianas del Comité Nacional, evalúan lo que se hizo en anteriores años, se lanzan nuevas ideas, se los discute y se toman acuerdos para que todo sea  mejor que el año anterior… y así fue.
El 10 de noviembre, poco a poco llegaron  las y los chayanteños, Chayanta Tolqas,  niños, niñas e invitados especiales a la cita. A las dos de la tarde, no había mesa vacía, ni silla suelta.



Circularon los platos  khuchi-kanka con pan de Chayanta, charkikan, wathía, picante y lagua y para el aperitivo, chicha chayanteña. A eso de las  17.00 comenzó el torochiku; y casi en seguida,  los Jalq’as de Uncía y el grupo Mara pusieron en movimiento a toda la gente. Al son de la música de ambos conjuntos zapatearon hasta  los cojos y cojas; y los viejitos cantaron y le sacaron polvo al piso.

La comida y la chicha se agotaron temprano, solo quedaron  platos vacíos y ollas  bien rascadas. Satisfacción para los organizadores porque eso significa   más recaudación y mayor aporte para la reconstrucción del templo Espíritu Santo de Chayanta, ya que todo lo recaudado está destinado a ese propósito.
Los  organizadores de la kermesse,  dieron muestras de que sí, saben organizar y servir. Punto alto para el Dr. Juan de Dios Sánchez, presidente del Comité Nacional Pro Acción Chayanta, quien se quitó la corbata y mandil de médico para servir, unas veces dando la bienvenida con un vaso de chicha a las familias que llegaban, otras veces, como garzón sirviendo  chicha o   comida en las mesas.
A los que tuvimos la suerte de estar en la kermesse, aun nos queda el sabor del kuchi kanka, o wathía, o  charkikan, picante o lagua en el paladar; y queda en la memoria lo que recordamos sobre Chayanta y sobre el Aniversario de Potosí. 
Más tarde, al calor de los tragos hablamos del 10 de noviembre de 1810 en Potosí, de la sangrienta batallla de Suipacha, unos días antes del 10 con resultados desfavorables para los patriotas; el ingreso, el día 9 de noviembre, a la Villa Imperial de las tropas derrotadas en Suipacha y  la reacción de los potosinos que de inmediato se concentraron en la Plaza de Armas para realzar un masivo Cabildo Abierto; invadieron la casa de gobierno, tomaron los cuarteles liderados por Matos, Azcarate, los hermanos Nogales y otros. Nos pusimos de acuerdo en que la revuelta de Potosí,  fue parte de la cadena de levantamientos que comenzó el 25 de mayo  de 1809 en Chuquisaca.