En aquellos tiempos, cuando en Chayanta reinaban
las pugnas entre k’aras y ponchudos, se daban las peleas, sí; pero durante los
días de Todosantos, las costumbres las practicaban k’aras y ponchudos, cada uno
desde su lugar. También llegaban los campesinos con sus propias costumbres.
Los velorios con las tumbas o altares armados
con los manjares que más gustaba a los familiares que en vida fueron, y que se
suponía que visitarían sus hogares durante los días de Todosantos.
Se esperaba a amigos y familiares durante toda
la noche, y al día siguiente continuaba con la visita de grupos de rezadores y
corodores que ofrecían sus oraciones para la salvación de las almas. En retribución,
los dolientes les ofrecían platillos con deliciosas masitas, bizcochuelos,
vino, chicha, y comida.
Mientras esto ocurría, grupos de campesinos
llegaban al pueblo, se reunían en diferentes lugares de Chayanta coreando
lastimeros gritos: “Santulay Santula,
Santulay Santula”, visitaban casas de duelo con el mismo coro, siendo
recibidos y premiados con tragos, chicha y coca durante toda la noche, y los siguientes
días hasta la visita al cementerio.
El 2 de noviembre, día de visita al cementerio,
los dolientes llevaban todo lo que sobro, con lo cual, armaban nuevo altar
sobre la tumba del difunto, para recibir nuevas oraciones.
Al finalizar la tarde los grupos de “Santulas”,
nuevamente aparecían con sus gemidos a modo de despedida de los difuntos que
según su creencia retornaban al más allá.
Cumplido todo en el cementerio, las diferentes familias
retornaban a sus hogares para ofrecer el
“Uchuku” de acuerdo a las costumbres que terminaba con el tradicional torochiku.
Tradición oral Chayanta